Navegaba sin camino buscando el mar en calma.
Las olas no golpeaban la eslora ni el viento amenazaba su integridad, no había oscuridad como tampoco había un sol abrasador sobre sus hombros.
Gozaba de tranquilidad que llenaba el alma y los pulmones de quien la disfrutara, era todo como sacado de un cuento pero así somos los humanos, que en nuestra búsqueda de la perfección, no nos damos cuenta que nos perdemos a nosotros mismos.
Cada día florecen nuevas flores como esperanzas, cómo nacen niños que traerán felicidad y buenas noticias, aunque la vida sea considerada como repetitiva hemos de sentarnos y disfrutar del descanso, ya que cuando exista alto oleaje, un sol abrasador, una noche eterna o un huracán que destruya todo a su paso no tendremos tiempo para disfrutarlo puesto qué no es posible gozar en la desesperación y el desgaste, hemos de apreciar cada instante donde nuestro cuerpo nos pida una sonrisa.
